Wiii!! soy la primera en publicar algo n.n
Bueno este es un fic que ya lo publique en otro foro, pero bueno como voy a estar por aca tambien, lo hago aca...espero que les guste
Ángeles y demonios.
Prologo.
Ella representaba la bondad y la pureza, el la maldad y la oscuridad, ella hacia el bien, el sembraba el mal, ella vivía en el cielo, el en el infierno.
Ella el más querido ángel, la bella y dulce Kagome, el, el más admirado y temido de los demonios, Inuyasha.
Eran tan diferentes, como el día y la noche, la luz y la oscuridad, el bien y el mal. Pero a pesar de todo aquello, ellos compartían algo tan hermoso, un sentimiento que solo algunos mortales tienen la dicha de sentir.
Pero eso estaba prohibido desde el principio de los tiempos, era algo que no podía ser, aun así aquello era más fuerte, más que su propia razón, ya que lo más importante para ellos era su amor.
Se conocían desde hacia tres siglos, pero debido a sus diferencias y preferencias, siempre fueron testarudos y no querían aceptar lo que sus corazones sentían. Peleaban contra ese sentimiento, pero aquella muralla entre ellos se desquebrajo a causa de un incidente, el cual Inuyasha fue el protagonista.
Pero desde ese entonces, al fin hicieron caso omiso a la razón y se dejaron llevar por lo que sentían. De eso no pasaban más que siete décadas.
Siempre se veían en el mismo lugar cuando tenían que cumplir sus obligaciones con los mortales, un bello y viejo manzano.
Sabían muy bien que lo que ellos compartían estaba rotundamente prohibido, por eso siempre se veían a escondidas y con mucha cautela de que ningún ángel o demonio pudiesen descubrirlos. Pasaban el mayor tiempo posible juntos, y cuando se separaban era una completa tortura ya que no sabían cuando seria nuevamente necesarios sus servicios con los mortales. Así era su amor, pero ellos eran felices de tener ese sentimiento tan puro y maravilloso.
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Un día como tantos otros, un bello ángel descendía de las alturas para hacer su buena obra, con el fin de que un alma no se perdiera por los caminos de la condenación eterna.
Su cabello era negro como la noche, más con los rallos del sol tomaba una tonalidad azulada, traía puesto un vestido blanco, sin mangas y corto hasta las rodillas. Sus ojos eran de un color chocolate, los cuales expresaban, sin necesidad de palabras, los buenos sentimientos que se escondían dentro de ella. En su cabeza sobresalía una resplandeciente aureola dorada y en su espalda unas hermosas alas.
Mientras que en el mismo lugar, pero de las profundidades del infierno, ascendía un demonio de cabellos plateados. Sus ojos eran dorados como el oro, era alto y fornido. Traía puesto unos pantalones de cuero ajustados al cuerpo y el torso lo tenía al descubierto, de su cabeza sobresalían unas peculiares orejitas de perro, y en su frente unos pequeños cuernitos, indicando así de quien se trataba.
Su deber allí era convencer al mortal de seguir el camino correcto, claro según cada uno de ellos. Por su lado, la azabache trataba de persuadir al humano que el bien era el camino indicado, allí no tendría que sufrir en el futuro las decisiones tomadas mientras estaba con vida, pero el ojidorado trataba de convencerlo de que nada le pasaría en el futuro, y que la vida se vive una sola y única vez y tenia que disfrutarla.
Y como casi siempre salía ganando el peliplateado, ya que a la hora de convencer a alguien era muy convincente.
—Como siempre te gano, pequeño ángel—le decía con mucha arrogancia el demonio, acercándose lentamente hasta quedar a una corta distancia de la ojimarron—MI pequeño ángel…
—Tu siempre tan arrogante—haciendo un mohín, la muchacha miro para otro lado—pero…—dándose vuelta y acortando completamente la distancia entre ellos—eres MI arrogante demonio.
Así Inuyasha termino por apresarla en sus brazos y fundir sus labios con los de ella en un apasionado beso.
—Ven pequeña, tenemos un tiempo antes de volver—el ojidorado, corto el beso y la separo un poco de sus brazos para poder cargarla como una princesa—vamos a nuestro pequeño refugio.
—Si amor—la azabache enrollo sus brazos en el cuello del peliplateado, y beso las comisuras de los labios del susodicho—contigo me iría hasta a los mismos confines del infierno—el le sonrió y le beso con ternura la frente, y al fin se marcharon hacia el manzano que tanto adoraban.
Estuvieron por un par de horas disfrutando la compañía del otro, dedicándose caricias y besos, y profesándose todo el amor que se tenian. Pero lo que ellos no se dieron cuenta, era que los estaban observando en un lugar no muy distante de donde ellos se encontraban.
Se trataba de otro ángel y demonio, mas su estadía allí era con el fin de averiguar lo que los enamorados hacían, no hacia falta decir que sus intenciones de delatarlos eran enormes, ya sea por que estaban quebrantando las leyes, y por que ellos también estaban enamorados, y ahora ambos sabían por que sus sentimientos no eran correspondidos. Así que cada uno se marcho a su respectivo hogar a reportar la abominación que estaba sucediendo, claro según su punto de vista.
Cada uno, fue directamente hasta sus superiores para relatarle lo sucedido, lo cual dejo alterados a unos y consternados a otros, pero inmediatamente mandaron a sus guardianes en busca de aquella pareja que tuvo la osadía de cometer aquello.
Mientras que en el manzano, los dos enamorados estaban de lo mas felices por estar con la persona que amaban.
—Te dije ya lo mucho que te amo mi pequeña—le decía el peliplateado a la bella azabache que tenia presa en sus brazos.
—No las suficientes mi amor—decía la ojimarron mientras besaba a su amado—podrías…
Pero no pudo terminar su frase ya que fue interrumpida, por un terrible relámpago que callo justo delante de ellos. Pero su miedo aumento al ver que de el salía un ángel ejecutor, y que de atrás de el aparecía un demonio guardián.
—Kagome Higurashi, por haber roto las leyes al intimar con un demonio, eres condenada al juicio máximo en los cielos—dijo serio el ángel, y de un movimiento que nadie pudo ver, rebato a Kagome de los brazos de Inuyasha.
—Uhh pequeño ángel, si que estas en problemas, jaja—se burlaba vilmente el demonio, que por primera ves hablo—a ver, ahora quien es que me debo llevar—miraba para todos lados, ya que Inuyasha no se encontraba debajo del manzano.
— ¡Suéltala maldito infeliz!—cuando el ojidorado pudo reaccionar, y ver lo que estaba sucediendo salto como un loco encima del ángel guardián, con la esperanza de salvar a su amada. Pero fue en vano ya que sin el mínimo esfuerzo el ángel pudo esquivar aquel ataque.
—Tu, asqueroso demonio, no te metas en lo que no te incumbe…y tu—dirigiéndose, al demonio que tenia que encargarse de llevar a Inuyasha—encargate de hacer tu trabajo.
—Si, si ya voy—y de un rápido y certero golpe dejo al peliplateado inconsciente—estos ejecutores si que tienen mal carácter ehh.
— ¡Inuyasha! ¡Inuyasha!—gritaba desesperada la chica al ver como habían golpeado a su amor—por…por favor…no le hagas nada…—le pedía suplicante al demonio que la miraba sorprendido, pero cambio su semblante al ver cono el ángel encargado de Kagome la golpea en la nuca para dejarla inconsciente.
Y sin más que decir cada uno se dirigió a su destino.
Al llegar a los cielos, Kagome fue llevada a los altos tribunales donde se llevaría a cabo su juicio. Seria juzgada por quebrantar la más importante de las leyes. El juez seria Dios y el jurado los arcángeles.
El juicio comenzó con la declaración del ángel que reporto el hecho, seguido por la muestra de las buenas labores que la azabache llevo a cabo. Ella era un muy buen ángel, y uno de los más queridos, y eso hacia muy difícil que el Dios omnipotente tomara una decisión. Así que prefirió interrogarla para ver que era lo que ella decía.
—Dime mi pequeña ¿Por qué has roto nuestras leyes?—le pregunto con amor a la ojimarron, la cual se encontraba de rodillas en el piso, con múltiples ataduras.
—Yo…yo lo lamento mucho mi señor, pero yo no me arrepiento de lo que hice y jamás lo haré…yo lo amo demasiado y nunca dejare de hacerlo—lo dijo sin la mas mínima pizca de vacilación al declarar sus sentimientos.
Su señor pudo ver que esos sentimientos que tenia el pequeño ángel eran totalmente puros, a pesar de que al que se los profesaba era a un demonio. Pero en su gran misericordia, la perdono, aun así tenia que castigarla y eso es lo que haría.
—Después de meditarlo muy bien eh decidido que tu castigo será el destierro—se levanto del lugar y miro a los ejecutores para que cumplieran lo designado, y volteo la vista llena de amor nuevamente hacia Kagome—espero que después de todo esto puedas ser feliz—y sin decir nada mas se marcho del lugar.
A Kagome se la despojo de sus poderes y aureola y sus alas se le fueron arrancadas, desapareciendo así todo indicio que fue alguna vez un ángel. Se borraron todos sus recuerdos y la mandaron a la tierra para que pueda vivir como una mortal.
Mientras que en el infierno…
Inuyasha estaba frente a su señor, siendo juzgado por el, pero no se presentaron pruebas ni testigos, ya que las intenciones del señor de las tinieblas no era matarlo o hacerle algo peor, solamente quería saber como uno de sus mejores sirvientes pudo haber caído con un ángel. Pero el peliplateado no se inmutaba en contestar siquiera la mas mínima pregunta, el solo pensaba en su pequeña, de lo que estaría pasando en estos momentos por su culpa, porque el se culpaba de todo, si el no se hubiera dejado llevar por el amor que sentía hacia ella, jamás estaría pasando todo aquello.
Así que cansándose de esa situación de la cual no sacaba ningún provecho tomo una decisión, teniendo muy en cuenta el destino que recibió aquel ángel ya que tenia claro que el castigo que le designaron.
—Inuyasha, tu eres uno de mis mejores sirvientes, por lo cual no puedo perderte—le dijo al ojidorado mientras se dirigía a sus aposentos—pero, quedaras relegado de tus trabajos en la tierra, por unos dos siglos—y tan siquiera mirarle se marcho dejando solo al peliplateado.
Inuyasha no le importo en lo mas mínimo el destino que se le fue impuesto, ya nada le importaba, sabia muy bien el destino que le toco a su ángel, la muerte. Al menos eso pensaba el.
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Y así pasaron los años, en la tierra una bella muchacha de un largo cabellos azabaches y hermosos y expresivos ojos, recibía su titulo de doctora. Su vida era muy buena, tenía una hermosa familia que la amaba y apoyaba en todo, pero algo le faltaba, y aunque no tenia en claro que era, sabía muy bien que se trataba de lo más importante para ella.
Y en los confines del infierno, un atractivo demonio se encontraba perdido en sus recuerdos, en los hermosos momentos que paso con su amada Kagome, pero eso ya no importaba, pues ella estaba muerta y lo único que quedaba eran esas valiosas memorias.
Pero nadie sabe lo que puede traer el destino o las retorcidas decisiones que pueda tomar cierta entidad para divertirse un poco.
Continuara...